jueves, 28 de junio de 2018

Más allá de la frontera

No vi muchas películas de cowboys, más que un par de Leone y alguna que otra de John Ford (¿Dead Man cuenta? ¿El Topo? ¿Y Volver al Futuro 3?), pero muchas cosas pueden reponerse en Western, sobre todo cuando el título ofrece la primera clave de lectura y un caballo es el centro de un problema.

Por supuesto que nuestro protagonista es un cowboy. Silencioso, en su forma de caminar, en la expresión de su presente y la mención de su pasado. Es un lobo solitario que prefiere fumar y caminar entre los árboles en lugar de conversar con los suyos y que da a entender que no está interesado en construir relaciones, regalando poca información y ofreciendo respuestas triviales a las preguntas, entre las que se pueden leer algunas hostilidades solapadas para quien se adentre de más en su territorio personal. Arrastra un pasado en el que, queda claro, ha vivido cosas, muchas seguramente intensas: formó parte de la legión extranjera en África y Afganistán, pero cuando le preguntan si mató gente, hace un gesto de labios sellados.


Revisemos: ¿Carácter solitario? Check ¿Autosuficiencia? Check ¿Pasado gris y misterioso? Check ¿Revólver? Navaja retráctil y, en una escena, rifle ¿Fuma? Por supuesto. Un bigote semicanoso, una cara curtida y con surcos, como tallada en madera, y unos ojos profundos azul grisáceo completan el perfil. También hay, en Western, un caballo, una pandilla de bandidos con un líder bravucón y un pueblo donde todos tienen un papel y se conocen las caras.

Ahora, qué pasa con lo diferente.

Sigue acá.

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