viernes, 11 de noviembre de 2016

El partisano

La muerte de Leonard Cohen me recordó tres cosas:

1) El primer tema suyo que me llamó la atención fue The Partisan.
2) Una traducción que hice de Suzanne hace unos meses. Cuando una canción en inglés me gusta mucho suelo intentar traducirla, a modo de muestra de amor. Que lo resista es una cosa diferente.
3) Fata Morgana, una película hermosa de Herzog, donde algunas canciones suyas acompañan imágenes de aldeas del Sahel con frases absurdas sobre el paraíso. Tiene sentido: pocos pueden ser profanos con tanta clase como Cohen.



miércoles, 19 de octubre de 2016

White whale, holy grail

Me da un poco de vergüenza decir que, Wikisource y feed de Facebook mediante, me llegó la versión original de Moby Dick. Vergüenza porque no tuve la dignidad de ir a buscarlo yo, siendo que hace un tiempo se me había metido en la cabeza. Culparía a Mastodon (el metal siempre recurriendo a tópicos tan nuevos; ya me pasó con Amorphis y el Kalevala) y a la lectura de Eric Schierloh, pero de seguro existen un montón de razones menos evidentes que se me escapan y por tanto no puedo escrachar acá.
El sustrato es la nostalgia que me provocan los clásicos que leí de chico, en versiones adaptadas o no (hoy no recuerdo cuales eran versiones completas y cuales adaptaciones, seguramente porque nunca lo supe) entre los que estaba la propia Moby Dick, en su versión novela y en su versión cómic. Las cosas que son rescatadas por esta alquimia (placeres de antes que se mezclan con placeres de ahora) cobran fuerza gradualmente hasta que la conciencia gatilla, un día y sobre determinadas circunstancias, y la magia ocurre. Hoy Wikipedia me tiró un link a Wikisource donde está el texto original completo en inglés y ya no tuve excusa.


"Wow. This is why I got into this business."

Algunas veces, cuando se producen estas recuperaciones, el objeto vuelve desabrido, flaco o vacío, cosa que me ocurrió mucho con discos que escuchaba en mi adolescencia y, por ahí en menor medida, con novelas o cuentos. Pero los casos en los que lo hacen enriquecidos son pocos, es decir, cuando vuelven cargados de mucho texto que recuperar, más allá de lo puramente emotivo y casi fetichista que suele gobernar estos reflotes.

Moby Dick volvió todavía más robusto.
En el primer capítulo Ishmael se presenta ("Call me Ishmael") y narra sus razones para hacerse a la mar. Hay algo de tedio, algo de melancolía y el límite desdibujado entre mente-espíritu y cuerpo que caracterizaba la escuela de medicina de medidados a fines del siglo XIX en las razones que nombra. Spleen es el tedio de época baudeleriano pero también el bazo, cuya segregación, creían los griegos, era el origen de este sentimiento. Estas concepciones se perdieron en el tiempo y, por lo tanto, produjeron formas literarias irrepetibles ¿Dónde más, si no, vamos a leer un manifiesto como el que Ishmael hace en este primer capítulo? No hay rescate ni recopilación que te convenza de que el bazo segrega la bilis que te pone melancólico. Y están, además, todas esas palabras que cayeron en desuso porque la cotidianeidad las liquidó, arrastradas por la obsolescencia de los objetos que nombran, por ejemplo, ni idea que significan "lath" y "plaster" (ahora sí) pero como "northward" y otras palabras cada vez menos frecuentes, guardan mucho de los sonidos anglosajones que más disfruto escuchar y leer. Por eso este capítulo, y si la garganta resiste todo el libro, se lee en voz alta.
Tópicamente, Ishmael va contra la contemplación del mar hacia la habitación y la experiencia del mar, en contra de embarcarse como pasajero y a favor de hacerlo como marinero, y fundamentalmente, reivindica su libertad y privilegios como subordinado a bordo y, por extensión, de todos aquellos que ocupan los eslabones más bajos de la cadena de mando.

...for the most part the Commodore on the quarter-deck gets his atmosphere at second hand from the sailors on the forecastle.  He thinks he breathes it first; but not so. In much the same way do the commonalty lead their leaders in many other things, at the same time that the leaders little suspect it.

Un manifiesto, una declaración de principios, una caracterización del espíritu, una afirmación de libertad y una reflexión sobre la condición humana componen el primer capítulo de Moby Dick. Basta para justificar el solo paso que deposita a Ishmael en cubierta del Pequod y sobra para meterme a mi en la novela, pese a que sé que el conflicto empieza con Ahab, cuando se pierde de vista la línea de la costa; ese momento de vértigo romántico propuesto por Ishmael que se convierte rápidamente en asimilación de las circunstancias: ya que estamos en este barco, naveguemos. Yo también, ya metí la pata.

Mi white-whale-holy-grail es ahora la edición impresa.



miércoles, 13 de julio de 2016

Un año de coveramas

Hace casi un año desde que publiqué por primera vez en Coverama. Podría ser una boludez, pero tener que resolver textos cortos para un medio ajeno, pasarlos por el correspondiente filtro editorial (por más amable que sea) y lidiar psicológicamente con las versiones publicadas es, para mi, una experiencia a considerar. Poner a funcionar todo mi conocimiento rollingstonero inerte es otro gol.

Acá están los textos publicados a la fecha.

Y acá, otro cover raro de Eugenio a modo de aniversario:



sábado, 5 de marzo de 2016

Worldbuilding

27-04-15

El final fue estar echado en una cama estrecha, parecida a las camas que había en el viejo departamento de B. El cuarto era más o menos igual en proporciones, también, pero más parecido a un estudio, no sé si de arquitectura pero quizás sí de planeamiento o desarrollo urbano, con toneladas de libros angostos ordenados en serie que recordaban a las enciclopedias por fascículos que vienen con las revistas. Aparentemente estaban o estábamos documentando(nos) sobre la construcción o reconstrucción de mundos completos. Yo estaba tirado con una chica, rubia y de pocas palabras, en la cama estrecha, como si tuviéramos esa relación desde hace tiempo ya, aunque tengo la sensación de que en el contacto físico consumábamos algo que hasta el momento había sido distancia y me daba vueltas en la cabeza lo que pensaría su papá. Vestíamos ropa liviana de invierno y estábamos en medias. Hablábamos del material de investigación recolectado y del "noveno mundo". Alguien trabajaba en un escritorio cercano, mientras tanto, creo que el padre de ella: un viejo arquitecto de cabeza chiquita y semipelada con lentes. Era como una pequeña pausa en el trabajo largo y agotador de días atrás (soñé mucho antes, pero sólo recuerdo el remate) que quizás desembocara en mucho tiempo de trabajo más, pero esta pausa jugaba con la posibilidad de que todo terminase en ese momento o que el tiempo simplemente se detuviese para siempre. No sé si íbamos a seguir con el proyecto. Tuve, entonces, la visión de algo afuera, que quizás fuera la vista de la ventana que estaba a mis espaldas. Un paisaje semiurbano de algún desagüe monumental de varios canales o un estanque espejado artificial que reflejaba el sol del atardecer y los colores del campo (muy pampeano) que había más allá. La ambición del proyecto (¿íbamos a construir o reconstruir un mundo entero?) era como la multiplicación de un trabajo de Amancio Williams.