miércoles, 9 de diciembre de 2015

Fotosensibilidad

It's all an empire long beheaded.
Zach Condon

Si el sol cae fuerte sobre Buenos Aires y vos estás en uno de esos viajes fugaces de mitad del año, tenés la ventaja de hacer lo que pocos porteños harían: cubrir grandes distancias a pata, mirando para arriba y tomando algo de naranja de una botellita de plástico. El tramo es de Retiro hasta la Facultad de Derecho: Ramos Mejía, Libertador, Figueroa Alcorta. Obviamente termino muriéndome de calor, pero cuando empiezo a sentirlo aminoro la marcha. Como es tempranísimo, paso de largo frente a la facultad hasta que encuentro una estación de servicio y compro algo para comer. Papas es lo mejor que consigo. Odio las papas porque cuando terminás de comerlas te dejan un guante de grasa en la mano, pero, dada mi condición, es a lo que tengo que atenerme. Raciono la bebida, me llevo las papas hasta la Plaza Naciones Unidas y me tiro un rato a la sombra de la flor. No hay una sola nube. A pesar de eso, la Generica sigue lanzando su mensaje de Arecibo a ver si alguien que esté de pasada por el sistema solar le contesta con un tetris igualmente críptico. De alguna manera tenemos la idea prefijada de que las antenas trabajan solo de noche, pero es una idea romántica creada por la cultura pop y los wallpapers en alta resolución, porque hay pocos seres tan ocupados como las antenas. La flor esta en realidad no sirve para nada, menos para jugar al tetris espacial, pero sus aperturas y cierres sí están en sintonía con cierto ciclo cósmico. Por el momento, como yo, hace la fotosíntesis con la cara vuelta al cielo despejado.

Cuando el pavimento empieza a arder, la Facultad de Derecho es una roca de Ayers donde buscar sombra. La escalinata y las columnas del frente se llenan de musgo humano. Yo soy musgo humano, en tal caso, y me echo a leer un rato hasta que salga P. Alterno entre diferentes puntos y ninguno me es totalmente cómodo: la escalera, un farol, una estatua; el problema claramente es mi espalda. Para hacer tiempo, opto por entrar y recorrer el edificio, que no había visitado antes. La impresión de la roca de Ayers no se disipa una vez que atravesás las puertas: todo dentro es tan macizo y contundente como lo es por fuera. En el hall hay una exhibición de arte surtida pero mayormente espantosa. El resto del edificio simplemente repite sus formas y espacios (pasillos anchos, salones, ascensores, escaleras, la planta es regular) y por momentos es tan cerrado que parece una cueva de topos, una ciudad subterránea, idea reforzada por el frío de los muros interiores y los kioscos y cajeros automáticos instalados en lugares donde no llega la luz del día. Me asomo en algunos salones y veo estudiantes dopados en aulas estrechas e imagino que P debe estar en algún lado cagándole la clase a alguien. Hasta ahí llega mi amor y mi curiosidad y salgo de nuevo a la escalinata frontal en busca de aire limpio.

Con los días lindos vuelve mi ánimo pop. De mediados de noviembre en adelante cuando los mediodías se vuelven claros y despejados, el humor trepa al cielo por esa mera razón y busco en las carpetas de música cosas en mayores, con vientos, piano y sintes optimistas, trovadores de calle, neobohemios europeos y falsos gitanos yankis. Los colores de capital, que son muchos, responden de la misma manera y se expanden como lagartos al sol. Sobre todo el verde de las plazas, el violeta de los jacarandás y el rojo para llevar del polvo de ladrillo. Por Figueroa Alcorta pasan literales cardúmenes de bondis con una frecuencia que es la envidia del marplatense medio. Frenan y arrancan de una forma que no tarda en volverse patrón y después coreografía. Del otro lado, desde la plaza del Museo de Bellas Artes, viene caminando un contingente de estudiantes de abogacía, por gracia de algún corte de semáforo. Sus diferentes ritmos los alargan y esparcen sobre la vereda, pero cuando agarran el puente peatonal que cruza para este lado se reagrupan y marchan como muñequitos al compás de la música que suena en mi cabeza. Lo más parecido a comerme un tacho de colorante y descubrir que tiene buen sabor.

Noviembre 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario